Cuando tu mirada se detiene en mi pensamiento, me interroga.
En realidad, siempre tu mirada me habla, me busca, y sobre todo me encuentra.
La profundidad de tus ojos tienen al amor como rehén, y tu alma viaja en ellos cada vez que me miran.
En cambio mis pestañas, que siempre me defienden tanto de lo extraño como de lo sublime, bajan mis tímidos párpados para que guarden esa imágen casi sacra, de dos esferas entreverdes, que reflejan la vida del hombre que amo.